FELICITACION NAVIDEÑA
En el calendario eclesial el Año
Nuevo comienza con el tiempo de adviento y no con la Nochevieja, cuando lo celebramos con cenas,
uvas y fuegos artificiales. Antiguamente, esa época no se distinguía por la
luminosidad en las calles, las decoraciones navideñas y el consumo exagerado al
que casi nos obligan los anuncios y los hábitos modernos del bienestar, a pesar
de la fuerte crisis que reina en nuestro país. En los tiempos sin electricidad,
se vivía más según el ritmo de la naturaleza, con los días cada vez más cortos
la vida transcurría más tranquila y retirada. En este tiempo se solían hacer
también ayunos, en parte propiciados por la necesidad. Todo ello ha cambiado
radicalmente. Parece que los villancicos en los comercios, tantas luces y
adornos y diversiones para los niños son ya la misma Fiesta de Navidad en vez
del adviento.
Al mismo tiempo de tener tantas
cosas, parece que muchas personas echan algo en falta, y no hay pocas que dicen
que están deseando que pasen estos días ruidosos con tantas obligaciones que
nos hemos impuesto para celebrar la Navidad. Conviene recordar que el
nacimiento del Hijo de Dios tiene que darse en nosotros mismos para sentirnos
plenos, entonces no echaremos nada en falta. Con el fin de conseguir esto, deberíamos
retirarnos diariamente un rato en soledad y silencio hasta que nuestros
pensamientos dejen de tiranizarnos y confundirnos y el caos en nuestras cabezas
se llegue a apaciguar. De esta manera preparamos la condición para nuestro nacimiento divino. La retirada
al silencio nos parecerá al principio como un establo pobre. Nos sentimos
separados de los demás, solos y abandonados – he ahí justo el momento en el que
la Navidad puede suceder, donde el nacimiento de Cristo puede darse en
nosotros. El niño que nace en Navidad es el símbolo de nuestro Ser auténtico
que nace. En su libro ADONDE NOS LLEVA NUESTRO ANHELO, Willigis Jäger escribe
(pág. 92):
El Hijo es el yo auténtico.
….. El Hijo quiere renacer todos los años en el alma de los seres humanos, pero
es difícil encontrar una posada, pues todas están ocupadas. En nuestra alma no
hay sitio porque nuestro ego tiene muchos deseos, tiene tantos invitados que lo
único y verdadero no encuentra sitio. El nacimiento tiene lugar en el establo,
que en el fondo es una cueva. Está bajo tierra, allí donde la oscuridad es
mayor. El establo es una ruina. En ella entra el viento, el frío y los
temporales. Podemos retirarnos a la casa en buen estado (la posada), porque en
ella cerramos la puerta y nos encerramos entre cuatro paredes. Se trata de la
limitación producida por nuestro ego. Pero esa casa tiene que derrumbarse,
tiene que ponerse en duda, tiene que volverse permeable, tiene que destruirse.
Su torre debe derrumbarse. La posada (o sea, la casa) está sobrecargada con los
deseos del instinto. …. Tenemos que volvernos establo en el que pueda nacer el
Hijo del hombre.
Os deseo a todos una Feliz
Navidad y un Año Nuevo pleno, con mucha luz y ánimo para seguir nuestro Camino
con el fin de transformarnos y, con ello, al mundo tan necesitado.
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